Capítulo I - "Nada" - Episodio III

III

No sé por cuánto tiempo corrí, pero lo sentí como mucho. Tal vez hayan sido cinco minutos, tal vez diez... no pude llevar control del tiempo, enfrascado en correr más rápido de lo que pudiesen moverse mis piernas, jugando a pasar entre los árboles echando frenéticas miradas a mis espaldas. Huí. Escapé. Y en esas circunstancias, doy fe de que no hay forma de saber fehacientemente cuánto tiempo puede haber pasado... uno no mide el tiempo, el corazón late tan de prisa que cambia la forma de sentir los minutos... cada segundo se vuelve eterno, al menos te llegás a convencer de eso. Y yo corrí... estaba tan asustado, lo suficiente como para reaccionar de manera tal que todavía cuestiono la veracidad de ese haz de luz... a ver, quiero ser claro: probablemente existió. Tal vez fue un relámpago, o un reflejo de algo, la verdad que no sé. Sólo sé que me asusté tanto que eché a correr, con la boca abierta como queriendo gritar, el cuerpo sacudido febrilmente por temblores de adrenalina... corrí. Cobardemente, más allá de que creo que cualquiera hubiese hecho lo mismo -enfrentémoslo, estaba tan perdido en mis pensamientos que ver un reflejo de luz fue como sentir una mano gélida que se apoya en tu nuca sin previo aviso.

Bueno, el hecho es que me llevó el diablo, y corrí hasta el punto de fundir mis energías y de pronto frenarme inclinándome hacia delante, las manos en las rodillas, súbitamente ahogado y sin poder respirar, hasta que poco después mis piernas cedieron y tuve que hacer lo posible para acomodar mi cuerpo y dejarme caer al suelo de costado. Sentí que no podía respirar, como si mi corazón estuviese quieto, sin pulso. Abrí la boca tratando de inflarme de aire, pero creo que no logré hacerlo; me estremecí en temblores, y de pronto la temperatura cambió, y ahora tenía frío, mucho frío. Muy poco después ya sentía congelarse mi interior, y la piel -seguramente transpirada- que parecía estar bañada en agua helada. Intenté respirar con desespero, abracé mi estómago con mis brazos y me balanceé hacia delante y detrás, lo cual llegó a calmarme.

Pasé unos momentos así, hasta que recordé la luz, y el motivo de mi huída. Recorrí el lugar con la vista, sin sorprenderme de que sólo vea árboles, árboles y árboles, todo alrededor. Pero, por suerte, nada de luces. Junté fuerzas para levantarme, pero fallé, quedándome sentado entonces, en la búsqueda de calmar mi respiración. "Relajate", me dije... estaba tan perdido... entendí lo precario de mi situación, y aparté el pensamiento en un acto reflejo... no necesitaba preocuparme más, necesitaba entender, como primera medida. Me encontré pasando mi mano por mi cabeza, instintivamente. Mi pelo... sé que había tenido pelo. Lo sabía, y me reconfortó esa pequeña seña de identidad. No sabía quién era, dónde estaba, nada... sólo sabía, a puro convencimiento, que algunas cosas todavía estaban conmigo... mi cabeza rapada no era "mía", o al menos no la reconocía así. No sabía cuánto tiempo atrás me habría (¿habrían?) cortado el pelo; al nunca haberlo usado así, era dificil determinarlo, pero asumí que llevaba un par de semanas, basándome en su grosor.


M
e invadió una idea, y acto seguido revisé frenéticamente mis bolsillos, en busca de una billetera, un carnet, alguna documentación, cualquier cosa que pudiese hablar de mí. Estando en blanco como estaba, hasta un boleto de colectivo hubiese sido importante... pero no. No tenía nada en mis bolsillos. Y sin embargo... el tiempo se frenó cuando me di cuenta, preguntándome cómo no me había percatado antes; atónito, boquiabierto, llevé mi muñeca derecha delante de mis ojos, envuelto en una exhalación que pareció ser eterna: tenía... algo, una especie de placa, en mi muñeca. Pasé la mano izquierda por encima, acariciándola, conociéndola... no era exactamente una placa, como primero pareció. Era una pulsera, fina, de metal, cuya parte superior era una pequeña plaquecita rectangular que iba de lado a lado de la muñeca, mientras que en la parte inferior era una suerte de cadenita. Me quedé mirándola embobado, fascinado... creo que me hipnotizó, aunque no sé si fue el hecho de no haberme percatado de esta pulserita hasta ahora, o la idea de que... era algo mío. Algo de mi "antes", que me podia ayudar a entender el "ahora". Traté de levantarla con la mano izquierda, no sé si esperaba encontrar algo debajo o qué... pero curioseé, exploré, la traté de ver desde todos los ángulos, supongo que tenía la expectativa de que de pronto apareciesen mis recuerdos uno tras el otro, como si formasen una cadena que voy sacando de agua lodosa.

Y sin embargo... nada. Al poco rato me frustré... bah, me resigné. No me frustré... ya sabía que estaba esperando un milagro. ¿Cómo recordar quién era antes, si ni siquiera podía saber quién era ahora? O en realidad, ¿podía saber quién era ahora si no tenía la información del antes? Pasaba lenta y distraídamente mis dedos sobre la chapa metálica de la pulsera, mientras cavilaba sobre esto, cuando... algo me llamó la atención. Había... ¿podía ser? ¿Había una inscripción, o algo grabado? Mi intriga reapareció con violencia, el corazón dando un brinco, mientras me inclinaba hacia delante y buscaba que la tenue luz de la luna pudiese iluminarme para intentar leer.


S
í, definitivamente había algo escrito en la chapita; parecía ser una palabra corta, tal vez dos. Me desesperé por no poder ver, mientras me movía en todos los ángulos posibles buscando que la luz mejore mi visión, pero fue infructuoso; pasé al plan B, y comencé a recorrer detenidamente las hendiduras con mi dedo índice, por momentos apartando la vista, en otros cerrando los ojos, y a veces mirando sin pestañear, pero no sirvió de nada: no podía entender qué decía la placa. Para peor, empezaba a hilar hipótesis, y todas resultaban importantes: ya sea que lo allí escrito era mi nombre, o el de una pareja o familiar, o más no fuese el nombre de algo... era información. Era leer algo sobre mí, saber algo mío... y sin embargo, estaba ante una calle sin salida. Cerré los ojos, reteniendo el aire, buscando tranquilizarme. Al poco rato me di cuenta de que no tenía luz... por ahora. Eventualmente amanecería, y podría leerlo tranquilamente; un manto de confianza me invadió, así como me inquietó una leve vocecita que, en algún lugar de mi mente, me susurraba bajo algo. No le di importancia por un rato, tratando de normalizar mi respiración, pero cuando me recosté en el pasto pensando en si al amanecer conocería mi nombre, el de una novia o esposa, o algún hijo... en ese momento me di cuenta de lo que decía esa vocecita: amanecería, y sería más facil que cualquier persona me viese. Y eso... ¿sería bueno o malo? ¿Podría confiar en alguien? La reacción natural obviamente que es decir "sí", pero... no recordaba nada del "antes". ¿Y si había hecho algo malo? Era un pensamiento paranoico, seguro, pero...


Bien, mejor, hago una pausa, a ver si me explico... tengo una tendencia natural a buscar analizar las cosas, a pensar el mejor y el peor escenario, y compararlos. Es algo instintivo, que sin dudas no pude haber olvidado, tal como uno jamás olvida cómo respirar, o su forma de caminar. Y esta tendencia a evaluar todo es, seguramente, lo que me llevaba a tratar de pensar, en vez de actuar ciegamente. Muchas personas seguramente hubiesen corrido a tientas hasta encontrar a alguien, porque, honestamente, nadie quiere estar solo. No en esta situación. Pero yo... no podía arriesgarme a ir corriendo a los brazos de alguien, y que tal vez la bienvenida no fuese lo cálida que uno desease.

Me sorprendí al darme cuenta de algo... la imagen del probable haz de linterna que me había hecho escapar... ¿y si me seguían? ¿Y si era alguien que me buscaba? No recuerdo haber escuchado que gritasen un nombre, dado que eso generalmente es lo que uno hace cuando busca a alguien... que quiere ser encontrado. No. Era nada más un haz de luz, cortando la noche en dos. Reprimí un escalofrío; "suposiciones", me dije. Estaba imaginando el peor escenario, como siempre. Pero... ¿y si...?

No sé por qué, pero de pronto me levanté, intentando evaluar si podía pisar sin problemas, y sorpendiéndome de encontrarme con las fuerzas que poco atrás me habían abandonado. No sabía cuando, pero eventualmente iba a amanecer, y no ganaba nada quedándome a la intemperie. Si alguien me buscaba, estar quieto era entregarse a la captura. Y para bien o para mal, prefería ser yo quien decidiese si hacer contacto o no con otra persona. Mi instinto de superviviencia estaba al nivel de una alerta roja de paranoia, pero me sentí cómodo con él. No iba a quedarme de brazos cruzados. Necesitaba la luz para leer mi nombre en la placa, pero tenía que aprovechar la oscuridad para llegar a algún lugar seguro, o al menos a algo que se le parezca...

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