Capítulo I - "Nada" - Episodio II

II

N
ormalmente uno dice que todo depende del contexto, pero nunca llegamos a, realmente, entender eso. Siempre creemos que ante una situación extrema es difícil mantener la cordura, y que uno debe aferrarse a algo para evitarlo, y sin embargo seguimos soñando con que un día nos encontremos un OVNI y tengamos la lucidez suficiente como para entablar conversación; pensamos que ante un asalto debemos mantener siempre la calma, pero no nos damos cuenta que, llegado el caso, paralizarse, o actuar contra la lógica, es mucho más común de lo que uno se imagina. Es tan difícil darnos cuenta de que no podemos preveer todo, ni somos tan fríos como creemos. Estamos tan aferrados a sobrevivir como pensamos; sin embargo, no nos damos cuenta de que la supervivencia antecede a la racionalidad, y seguimos creyendo que trabajan en conjunto, y que podemos dominarnos ante toda circunstancia.

¿A qué voy con todo esto? Bueno, contándolo ahora, creo que parece más que obvio que algo raro me estaba pasando: de pronto estaba en un descampado en medio de la nada, sin recuerdos previos no sólo de "cómo llegué ahí", sino que ni siquiera recordaba mi nombre, o qué estaba haciendo unas horas antes, incluso me era esquiva la idea de si estaba solo o no. Es más, tenía un golpe en la cabeza, de eso estaba seguro, haber sufrido un golpe fuerte en la parte superior del parietal izquierdo. Todo indicaba una sensación de peligro, o adrenalina; diciéndolo ahora, insisto, es obvio. Y creo que en ese momento lo era, no lo niego.

Pero sin embargo, me congelé. ¿Cuánto tiempo? No, no lo sé. Pero me quedé estático, supongo que habré tenido la boca abierta como un idiota, la mirada como embelesada, clavada en el árbol de delante mío, como si estuviese esperando que hable y me explique la situación. Es... realmente, me da furia pensarlo, bah, aceptarlo, pero... me petrifiqué. ¿Corría peligro? No sé... pero ahí me quedé, expuesto, entregado, y con esa... maldita sea, me enfurece recordarlo, pero me quedé con una suerte de parálisis, "en blanco". Como si esa pseudo-amnesia que envolvía los recuerdos de mi identidad se hubiese expandido hasta llegar, incluso, a las nociones básicas de "levantar las piernas para caminar", o "inhalar y exhalar para respirar". Me quedé como una estatua. Habré pasado minutos, la verdad no sé; ni siquiera tengo recuerdos de haber pensado algo. Estuve "en pausa". Y así fue un largo tiempo, y era conciente de eso, de estar quieto. Quería moverme; no podía.


Recuerdo que de pronto sentí casi como si un hechizo se desvaneciese, y de pronto me pude mover. Pegué una sacudida, como un perro que se saca de encima el agua de mar, o como si me quisiera sacar de encima esa sensación de vacío, de quietud. Dí un paso al frente, y giré sobre mí mismo, tratando de entender algo, cualquier cosa que me ayude, alguna luz sobre la oscuridad que me envolvía. Y no sólo metafóricamente, eh... realmente, estaba en penumbras. La luna, en cuarto creciente, y las estrellas... mi única guía. El olor a pasto, la sensación todavía húmeda del cuerpo, indicándome que había llovido, o el rocío había regado la zona; el viento fresco, ya impregnándome de una temperatura lo suficientemente baja como para empezar a desagradarme. Serán quince, doce grados; mi ropa no servía para darme una buena protección. De hecho, estaba vestido con un pantalón de pana de algún color claro, y una camisa a rayas verticales, creo que blanca y de un azul violáceo; tenía unos mocasines, o algo parecido, sin medias. La ropa parecía tener manchones, no sé si de suciedad, o barro, o qué. Concentré la mirada en ella, por un momento, pero no: no logré asociar ningún recuerdo a la misma. O a nada.


Miré mi muñeca, más por instinto que por necesidad: no, no tenía reloj. Sé que suena estúpido, pero por un segundo había sentido la esperanza de ver la hora, el día, el mes... el año. Suena ridículo, estoy seguro. Pero hasta esa información tan poco útil hubiese sido de utilidad en ese momento. De pronto me encontré pasando una mano distraídamente por mi cabeza... la suavidad del pelo rapado, dando esa sensación de "novedad", de no llevar registro de haber hecho eso, ni siquiera tenía la sensación. Es más, si alejaba la mano albergaba una leve sospecha de que todavía tenía algunos mechones lacios asomando en el cuero cabelludo, pero no. Nada...


Me di cuenta de que llevaba mucho rato perdido en esa dialéctica interna; asumiendo que no iba a recobrar pedazos de mi vida pasada, o al menos no ahora, me concentré en sentir mi cuerpo, en darme cuenta de qué zonas presentaban dolores. La cabeza, por un lado, me dolía, en una mezcla de jaqueca y la molestia causada por el hematoma. Pasé un par de segundos, concentrado en respirar, con los ojos cerrados, como meditando. La parte posterior del antebrazo izquierdo presentaba algún moretón que se potenciaba al tacto; la muñeca derecha también parecía resentirse al tener movimiento. La rodilla derecha presentaba una raspadura, al menos así lo parecía al roce de mi mano. Pero... ¿qué me había pasado?


Lo primero que logré recordar fue esa sensación de despertar de pronto y estar cayendo, y el dolor de cabeza. Seguro que ahí me golpeé. Pero... ¿cómo? ¿Por qué? No estaba hablando de haberme caído de lado, nomás. Parecía como si hubiese estado durmiendo de pie y me hubiese despertado al estar cayendo... pero... todavía no me cerraba. Algo no me convencía en esa explicación... y eso sin mencionar que todavía seguía resultando un misterio insondable el hecho de no saber nada más de mí.

Di unos pasos hacia delante mío, tratando -infructuosamente- de darme cuenta de dónde había caido, o cómo me había tropezado, pero nada. Árboles, y nada más que árboles. Claros de pasto alto y descuidado, mayormente. Miré mi cuerpo, mi camisa descolorida cubierta de pequeños pastitos... y un par de hojas; parecía un fallido intento de camuflaje. Me puse a tantear por el suelo, sí, a gatas, viendo si encontraba alguna roca. Me había puesto a urdir enfermizas hipótesis... ¿cómo me había golpeado? De haber sido contra el suelo, sería difícil haberme hecho el hematoma que sentía; hallar una roca grande daría más rigor a esa teoría. Me di cuenta de que me dolía el hombro izquierdo, también, y la zona del omóplato. Recordé, como pude, las memorias más lejanas que tenía: unas que habían sido, como mucho, hace un par de horas. Como mucho...

Caía. Eso lo recuerdo bien. Caía; como si me hubiesen eyectado de una cabina de avión, como si hubiera saltado al vacío. Recuerdo que llegué a sorprenderme de la situación, más que nada por no darme cuenta de qué pasaba; recuerdo haber llegado a preguntarme si en verdad estaba parado y sin sentir nada bajo los pies, como si hubiera... levitado. Claro. De pronto me formé una imagen... había caído parado; de dónde, no lo sé, pero no fue un "tropezar y caer". Había caído como un paracaidista... recordé haber aterrizado con la rodilla, haberme desplomado... hacia la izquierda. Y luego el golpe en la cabeza. Claro.

En ese momento sentí una leve excitación, como quien coloca una pieza clave en el rompecabezas y siente que ahora sólo queda terminar de completarlo, pero que su dibujo ya va tomando forma. Ahora que recuerdo todo eso... ja, me río. Me da risa pensarlo... pero tal vez todo fue sugestión. Fui asumiendo cosas... "caí parado, aunque no apoyé los pies en el suelo, sino las rodillas, y me fui hacia el costado izquierdo". Ningún hecho... sólo suposiciones. Claro... nunca sabré realmente que había pasado, pero en ese momento no podía estar sin certezas. Tenía que tener algo, alguna cosa "firme" en qué creer. Es realmente difícil construír algo sin cimientos, así como no creo que hoy podría estar acá si no fuese por eso... asumí cosas, tal vez inventé otras, pero con eso me quedé tranquilo, al menos durante años viví con la certeza de que mi primer recuerdo consistía en una caída y un golpe en la cabeza. Ojo, no niego que ambas cosas existieron, eso es indudable; lo que puedo poner en tela de juico es "cómo" pasaron ambas, pero... ya no sirve de nada. Edifiqué mi vida en eso; ése fue el punto de partida, el big-bang de mi (¿nueva?) memoria. Caí, rodé, me golpeé. Teniendo eso en claro, o al menos convenciéndome de ellos, pude empezar con el resto, seguir adelante.

En ese momento incluso llegué a tejer algunas hipótesis más arriesgadas... obviamente que no me di cuenta, pero me las estaba dando de genio de la lógica, arrogantemente, subido a la idea de que si lograba que algo tuviese sentido, de a poco estaría hechando luces sobre las sombras. "Creía", repito todo el tiempo... se nota que estaba algo errado, ¿no?

Tras un largo rato -sin dudas que debo haber pasado horas en eso-, dejé de jugar al detective; fue cuando encontré "la" teoría, en ese momento: la única cadena de acontecimientos que permitía explicar mis moretones y lastimaduras, y los recuerdos que tenía. Y no hizo más que inquietarme... había logrado armar el rompecabezas, todas las piezas encajaban, no sobraba nada. Y sin embargo... el dibujo del rompecabezas era el que no tenía sentido. Me había devanado los sesos para encontrar una cadena de acontecimientos lógica... pero que partía de algo tan inverosímil como el haber estado durmiendo -o inconciente- arriba de un árbol, del que me había caído al suelo.

Sí. Dormido arriba de un árbol, en medio de la nada. Así tenía lógica... la caída, el reflejo de intentar aferrarme de una rama cual manotazo de ahogado... el sentir que "levitaba"... el caer de pie como un gato, institntivamente... el cuerpo adormecido que no logra tomar la mejor posición, las piernas que no se alistan para frenar la caída, tal como un avión que no desplega correctamente el tren de aterrizaje... la rodilla que amortigua el peso, el reflejo de echarse a un costado para no sobrecargar de peso la articulación... el envío que hace que termine rodando, molestando mi omóplato y hombro izquierdos, y el terminar golpeando el parietal contra una pequeña piedra de punta roma pero sobresaliente... el desvanecerme, con la cara contra el suelo, bañándome en el perfume de ese olor tantas veces sinónimo de alegrías como el propio pasto...



Pero claro. Todo tenía lógica, excepto algo: ¿qué hacía dormido o inconciente arriba de un árbol, en medio de la nada, sin más que lo puesto? Y de hecho... ¿por qué no recordaba nada? ¿Por el golpe... o ya estaba así de antes? Me puse a pensar en lo bueno que hubiera sido haber tenido una amnesia total... haber marcado cualquier lugar como mi norte, y sólo caminar... pero no. Lamentablemente, recordaba poco, realmente poco, pero era lo suficiente como para, lentamente, comenzar a enloquecerme... ¿quién era? ¿Dónde estaba? ¿Por qué...?




En eso fue que un haz de linterna partió la oscuridad en dos, y cual animal herido que huele al cazador, no hubo más opción que escapar corriendo desesperadamente, internándome en la parte más densa del bosque.

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