Capítulo I - "Nada" - Episodio I

I

Casi me caí de bruces contra el suelo; me agarré de algo, instintivamente, apretando los dientes, y logré recobrar la horizontalidad, al tiempo que la sensación de frío me envolvía. ¿Viste cuando te despertás de una pesadilla, y por un momento no tenés la suficiente lucidez como para saber dónde estás, si en tu cuarto o en medio de la nada, si despierto o todavía en fantasías? Bueno. La misma sensación, el corazón que pega un brinco y se acelera frenéticamente, cual auto que sale arando. El mismo sentimiento de que todo estaba dando vueltas y acababa de frenar, y no sé dónde estoy ni qué pasa. Así estaba cuando me golpeé la cabeza.

Las estrellitas de colores me nublaron la vista, al tiempo que una especie de alfombra me rodeaba la cara, envolviéndome; algo se me metía en la boca, y el cuerpo se me contorsionó de pronto hacia un costado, creo que arrastrado por la fuerza del movimiento. Un olor familiar me invadió los sentidos, un aroma lo suficientemente conocido como para equivocarme; sin embargo, en ese segundo en que el tiempo había dejado de correr, no pude reconocerlo. Sentí una especie de manta fresca que me envolvía; al parecer mi cuerpo estaba ardiendo, dado que fue tan reconfortante que sentí paz, por un momento fue como la frazada que te cubre en invierno cuando sos chico, en un cuarto que ahí deja de serte ajeno. La verdad que no sé si tuve otra opción, pero en una fracción de segundo cerré los ojos, y me dejé llevar.



Un rato después recobré la vista. Supongo que no había pasado mucho tiempo... bah, la verdad que no sé. ¿Segundos? ¿Minutos? ... ¿horas? No lo sé. Me encontré girando sobre mí mismo, poniéndome de cara al cielo. Cielo, sí. Estrellas en el cielo, y viento en mi cara. ¿Era esa la sensación que me había envuelto un rato antes? Sí, sin dudas. Viento golpeando en mi rostro, viento barriendo mis ropas, viento... que no golpeaba en mi pelo. Tardé un segundo, tal vez dos. ¿Qué...? Y me dí cuenta: estaba rapado; el viento acariciaba mi calva con suavidad, haciéndome sentir frío en lugares donde no recordaba haber tenido sensibilidad previamente. ¿Qué demonios...? Si yo tenía pelo... desde siempre una melena había cubierto mi cuero cabelludo, y si bien mis sentidos indicaban lo contrario, mi imaginación proyectaba una imagen mía siendo despeinado por el aire en movimiento. Me pasé la mano, frenéticamente... nada. Ni un pelo; rapado al ras. Por primera vez en mi vida.


Algo tan pequeño como eso fue la llama que encendió la mecha; abrí los ojos de par en par, pegué un respingo, cargando de energía mi cuerpo. Moví eléctricamente las piernas, dejando de sentir -al menos por ahora- el cansancio que me había estado envolviendo, y puse las manos en el suelo. Pasto. Pasto húmedo, y el peculiar aroma del mismo sobre mí, alrededor, en todos lados. "Ese era el olor tan familiar que estaba sintiendo", me dije, haciendo fuerza con las manos contra el barro para intentar incorporarme. De pronto, una duda se clavó en mí, un sentimiento de desprotección me invadió: no podía recordar nada. Estaba en blanco. ¿Qué pasó hace un rato? ¿Qué pasó más temprano? ¿Qué hora es?... alrededor, sólo oscuridad, bajo la tenue iluminación de las estrellas; sombras de árboles danzando al viento, viento pintando el lugar, y nada más. Temblé, y esta vez no fue por el viento. Estaba en cero, totalmente en blanco; nada más allá de cuando abrí los ojos, hace... ni siquiera sé cuánto tiempo... tras ese... ¿golpe?... en la cabeza.

Por algún motivo me puse de pie; la verdad que no pensaba, sólo actuaba. Estar parado era mejor que sentado, aunque no sé bien por qué. Quizás para tratar de darme fuerzas, un mayor control sobre una situación que sin dudas me escapaba. Pero pensá que te pasara lo mismo... de pronto, no estás leyendo esto, estés donde estés. No. Cerrás los ojos, y cuando los abrís estás en mitad de la nada, y ni siquiera podés recordar lo que pasó hace minutos; podés pensar, y eso es lo peor. Me equivoqué al decir que estaba "en blanco"... no. Mi identidad lo estaba; pero sin embargo, podía pensar, era conciente, y eso, sin dudas, era lo peor. Podía darme cuenta que estaba perdido, desamparado. Era espectador de mi propio laberinto... era parte de mi desgracia. Si no hubiese tenido nada en la cabeza, probablemente hubiese empezado de cero, caminando hacia algún lugar aleatorio y sin preocuparme por nada. Pero no... sabía que yo era alguien, y sabía que estaba en algún lugar, y que de cierta forma yo había llegado ahí... pero no sabía quién era, dónde estaba, ni por qué. Una ráfaga de viento rugió entre los árboles, y volví a tiritar; instintivamente me rodeé con mis brazos, no sé si para darme calor, o para evitar sentirme solo. No sé qué necesitaba más...

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